lunes, 18 de enero de 2010

DEL CARNAVAL EN " LA RAMA DORADA"

DEL CARNAVAL EN “LA RAMA DORADA”
“LA RAMA DORADA”,es un libro de James Frazer,
una suerte de clásico de la Etnología o el
folklore. Fue publicado en 12 tomos en 1907, y
el mismo autor hizo una edición compendiado en
1922.Por suerte, para las actuales generaciones este
clasico, que estamos leyendo con detenimiento,
ahora esta accesible gratuitamente en Internet
en el sitio:
http://www.librosgr/atisweb.com/html/frazer-james/la-rama-dorada/index.htm
Creo que vale la pena compartir este punto,
porque nos permite ver que cosas nos llegaron
del carnaval europeo y que cosas le agregaron
los forzados migrantes africanos o sus
decendientes y como lo fagocitaron las etnias
precolombinas.
Ahí va:
“ 2. ENTIERRO DEL CARNAVALHasta aquí hemos ofrecido una explicación de la
regla o leyrequeria que el sacerdote de Nemi debiera ser
muerto por su sucesor.La explicación no pretende ser más que probable;
nuestro escaso conocimiento de la costumbre y de
su historia no permiten otra cosa, pero sus
probabilidades aumentarán en proporción a la
extensión con que podamos probar que los motivos
y modos de pensamiento atribuidos influyeron en
la sociedad primitiva. Hasta aquí, el dios de
cuya muerte y resurrección nos hemos ocupado
principalmente ha sido el dios del árbol Si
podemos demostrar que la costumbre de matar al
dios y la creencia en su resurrección se originó
o al menos existió en la etapa social de
cazadores y pastores, cuando el dios occiso era
un animal, y que sobrevivió en la etapa
agrícola, cuando el dios muerto era el cereal o
un ser humano representando al grano, la
probabilidad de nuestra explicación habrá
aumentado considerablemente. Trataremos de
hacerlo a continuación, esperando aclarar en el
curso de la exposición algunas obscuridades que
quedan todavía y responder a algunasobjeciones que pueden habérsele ocurrido al
lector.Reanudemos el hilo volviendo a las costumbres
vernales del campesinado europeo. Aparte de las
ceremonias que acabamos de describir, hay dos
clases de costumbres afines en las que la muerte
simulada de un ser divino o sobrenatural es un
rasgo sobresaliente. En una de estas clases, el
ser cuya muerte se representa dramáticamente es
la personificació n del carnaval; en la otra
clase, el ser es la muerte misma. La ceremonia
principal cae, como es natural, al final del
carnaval, sea en el último día, principalmente
el martes de carnestolendas, o en el primer día
de antruejo cuaresmal, es decir, el Miércoles de
Ceniza. La fecha de la otra ceremonia, "Llevarse
o expulsar la muerte", como se le llama
comúnmente, no está fijada por igual; por lo
común es el cuarto domingo de cuaresma, que por
esto es conocido con el nombre de "domingo
muerto". En otros lugares, empero, la
celebración cae una semana antes y en otros,
como entre los checos de Bohemia, unasemana después, mientras que en ciertas
poblaciones alemanas de Moravia es el primer
domingo que sigue a la Pascua de Resurrección.
Quizá, como se ha pensado, puede haber variado
originalmente la fecha por depender de la
primera golondrina o de algún heraldo parecido
de la primavera. Algunos escritores consideran
la ceremonia de origen eslavo; Grimm opina que
era un festival de Año Nuevo entre los antiguos
eslavos que comenzaban su año en el mes de
marzo. Nosotros escogemos ahora algunos ejemplos
de la “Muerte del Carnaval", farsa que siempre
cae antes que la otra en el calendario.En Frosinone, en el Lacio , casi a la mitad de
camino entre Roma yNapóles, la vida insípida y monótona de una
provinciana ciudad italiana rompe agradablemente
en el último día de Carnaval por la fiesta
conocida como la Radica. Hacia las cuatro de la
tarde, la banda de la ciudad, tocando alegres
marchas y seguida de un gran gentío, llega a la
Plaza del Plebiscito, donde están la
subprefectura y los demás edificios
gubernamentales. Allí, en medio de la plaza, los
ojos curiosos de la multitud se regocijan a la
aparición de una inmensa carroza dorada,
decorada con muchos festones de colorines y
arrastrada por cuatro caballos.En la carroza hay un asiento muy grande en el
que está entronizada la majestuosa figura del
Carnaval, muñeco de yeso de tres metros de
altura y de cara rubicunda y sonriente. Enormes
botas, un casco de hojalata parecido a los que
lucen en la cabeza los oficiales de la marina
italiana, y una túnica de muchos colores
embellecida con curiosas insignias adornan el
exterior de este imponente personaje. Su mano
izquierda descansa en el brazo del sillón y con
el brazo derecho saluda gentilmente a la
multitud, siendo cortesía que "le sale de
dentro" mediante una cuerda de la que tira un
hombre modestamente oculto a la publicidad bajo
el sillón propiciatorio. Y ahora la multitud se
agita y arremolina junto a la carroza y se
expansiona con gritos montaraces de alegría,
mezclándose la gente sencilla y educada con los
demás que danzan con frenesí el saltarello. Un
carácter especial de esta fiesta es que todos
llevan en la mano lo que ellos llaman unaradica (raíz), lo que significa una hoja grande
de áloe o mejor de pita. Cualquiera que se
aventure entre el gentío sin llevar la hoja,
será recibido hostilmente y echado de allí, a
menos de llevar como sustituto una col grande en
el extremo de una vara larga o un manojo de
hierba curiosamente trenzada. Después de dar una
vuelta corta escoltando a la carroza que se
mueve despacio, va la multitud con ella a la
puerta de la subprefectura. Allí hacen alto y la
carroza, traqueando en el suelo lleno de baches,
entra en el patio. La multitud se calma y su
murmullo en voz baja suena, según la descripción
de los que lo han oído, semejante a la resaca de
un mar agitado.Todas las miradas se vuelven ávidamente hacia la
puerta, donde el mismo subprefecto y otros
representantes de la majestad de la ley están
aguardando la llegada para hacerle el homenaje
debido al héroe de la fiesta. Unos momentos de
silencio y después una tormenta de vítores y
aplausos saludan la aparición de los dignatarios
según van desfilando y descendiendo la escalera
para tomar su puesto en la procesión.. El himno
del Carnaval atruena en este instante y entre
una ensordecedora gritería son voltejeadas por
el aire las hojas de áloe y las coles cayendo
indistintamente sobre justos y pecadores, lo que
conduce a un nuevo placer, pues se empeñan con
ellas en una lucha libre. Cuando estos
preliminares han concluido a satisfacción de
todos los interesados, la procesión prosigue su
marcha. Al final de ella va una carreta cargada
de toneles de vino y policías, afanados éstos en
la simpática tarea de servir vino a todo el que
lo pida, mientrasuna lucha sin cuartel, salpimentada de copiosas
descargas de aullidos, golpes y blasfemias, se
libra entre la multitud arremolinada a la
trasera del carro, en su afán de no perder la
ocasión gloriosa de emborracharse a expensas
públicas. Finalmente, y cuando ya la procesión
ha desfilado por las calles principales a un
paso mayestático, cogen la efigie del Carnaval,
la arrebatan sus adornos y la tienden en medio
de una plaza pública sobre un montón de leña,
quemándola entre gritos de la multitud y
atronando los aires una vez más con el canto del
Carnaval, volando las llamadas "radicas" a la
pira y entregándose el público a los placeres
del bailoteo más desenfrenado.En los Abruzos cuatro enterradores con la pipa
en la boca y botellas de vino colgadas de los
tirantes de los pantalones a la espalda llevan
un muñeco de cartón figurando al Carnaval. Al
frente marcha la esposa del Carnaval, vestida de
luto y deshecha en lágrimas. De vez en cuando el
acompañamiento hace un alto y mientras la esposa
habla al público simpatizante, los enterradores
refrescan "al hombre interior" con un beso a la
botella. En una plaza abierta, tienden al
Carnaval muerto sobre una pira y al redoble de
tambores, a los aullidos estridentes de las
mujeres y a los ásperos gritos de los hombres,
le prenden fuego.(1) En el Entierro de la Sardina (Escenas
matritenses de Mesonero Romanos, 1857) no
faltaba detalle ritual: Cofradía de la Sardina
(sardina arenque muy salada), de San Marcos o
"mansos", coros de "doncellas", "inocentes",
gatos amarrados por el rabo, el bamboche de paja
que lleva la sardina en la boca, quema y
entierro respectivos, coro deprecatorio y
apoteosis de palos.(fin cita 1)------------ ---------Mientras arde el muñeco, tiran castañas a la
multitud. Algunas veces se representa al Carnaval por un
muñeco de paja en la punta de un palo que un
tropel de enmascarados llevan por toda la ciudad
durante la tarde, y cuando llega la noche,
cuatro máscaras cogen una manta o sábana por las
puntas y mantean al Carnaval. La procesión se
continúa y los ejecutantes lloran lágrimas de
cocodrilo acentuando lo acerbo de su pesar con
la ayuda de cacerolas y cencerros. Otras veces,
también en los Abruzos, representa al Carnaval
un hombre vivo tendido en un féretro y
acompañado de otro que hace de sacerdote
asperjando con gran profusión el agua bendita de
una tina.En Lérida, España, asistió a los funerales del
Carnaval un viajero inglés en el año de 1877 y
lo relata así: El Domingo de Carnaval, una gran
procesión de infantería, caballería y máscaras
de toda clase, muchos a caballo y otros en
carruajes, escoltaron en triunfo la carroza de
Su Gracia Pau Pi, como llamaban a la efigie, por
las calles más importantes.Durante tres días el jolgorio fue muy grande y
por último a medianoche del último día de
antruejo, recorrió otra vez las calles la misma
procesión pero bajo un aspecto diferente y con
un final harto distinto. El carro triunfal había
sido convertido en un carro fúnebre en el que
reposaba la efigie de su Gracia, muerta. Un
grupo de enmascarados, que en la primera
procesión había actuado como estudiantes de la
folia entre bromas y jaranas iban ahora vestidos
de sacerdotes y obispos, andando pausadamente,
llevando grandes cirios encendidos y cantando
responsos. Todas las máscaras enlutadas con
crespones y todos los jinetes llevaban antorchas
encendidas. La procesión caminaba
melancólicamente por la calle principal entre
las altas casas de muchos pisos y balcones,
donde cada ventana balconada y tejados estaban
atestados por una densa masa de espectadores,
todos con antifaz y disfraces de lujo y
fantasía. En este escenario, bailaban y se
cruzabanlos destellos de las antorchas en las sombras y
las luces de bengala rojas y azules deslumbran
unos instantes para desaparecer; sobre el ruido
de los cascos de los caballos en el empedrado y
del mesurado paso de la multitud marchando, se
elevaban las voces de los sacerdotes cantando el
réquiem, mientras las bandas militares batían
"tristes marchando, las trompas roncas, los
tambores destemplados" . Al llegar la procesión
a la plaza principal, recitaron una oración
funeral burlesca ante el difunto Pau Pi y
apagaron las luces; al punto el demonio y sus
diablos saltaron entre la multitud, arrebataron
el cadáver y huyeron con él, perseguidos
vivamente por todo el gentío chillando, gritando
y aclamando. Naturalmente los diablos fueron
alcanzados y dispersados y el falso cadáver
rescatado de sus garras, fue metido en una fosa
preparada al efecto. Así vivió, murió y fue
enterrado el Carnaval de 1877 en Lérida.En Provenza se celebra una ceremonia de la misma
clase el Miércoles de Ceniza. Llevan una efigie
llamada Caramantrán, burlescamente ataviada, en
una carroza o porteada en unas andas y
acompañada por el gentío con trajes grotescos,
llevando calabazas llenas de vino que vacían con
todas las señales, verdaderas o fingidas, de la
borrachera. A la cabeza de la procesión van unos
cuantos disfrazados de jueces y abogados y un
alto y flacucho personaje caracterizado de
Cuaresma; tras ellos sigue la gente joven
montada en rocines miserables y ataviados de
luto, pretendiendo llorar el sino reservado a
Caramantrán. En la plaza principal hace alto la
procesión, se constituye el tribunal y
Caramantrán ocupa el banquillo de los acusados.
Después de un proceso formal, es sentenciado a
muerte entre las lamentaciones de la gente; el
abogado que le defiende abraza a su cliente por
última vez, los oficiales de la justicia cumplen
su deber y sientan al reo deespaldas al muro y le empujan a la eternidad
bajo un diluvio de piedras. El mar o un río
recibe sus destrozados y mortales restos. Por
casi todas las Ardenas era, y todavía es,
costumbre el Miércoles de Ceniza prender fuego a
una efigie que suponen representa al Carnaval,
mientras se recitan coplas apropiadas al acto
alrededor de la figura en llamas.(2) Es costumbre mexicana quemar los
"judas".(fin cita 2)Con gran frecuencia, se intenta dar a la efigie
el parecido de algún marido del pueblo al que
tachan de ser el menos fiel a su esposa. Como es
de suponer, la distinción de ser elegido para el
retrato bajo esta penosa circunstancia tiene una
ligera tendencia a producir altercados
domésticos, especialmente si queman el retrato
frente la casa del corretón burlador a quien
representa, mientras un coro atronador de
maullidos, balidos, rugidos y otros melodiosos
sones dan público testimonio de la opinión que
de sus virtudes privadas abrigan sus amigos y
convecinos. En algunos pueblos de las Ardenas,
un joven de carne y hueso, vestido de heno y
paja, hacía de Martes de Carnaval (Mardi Gras),
como se llama con frecuencia en Francia a la
personificació n del Carnaval, refiriéndose al
último día del período que personifica.Era llevado ante un tribunal de burlas y,
condenado ya a muerte le situaban de espaldas al
muro igual que a un soldado en una ejecución
militar y le disparaban cartuchos de salva. En
Vrigne-aux-Bois, uno de estos bufones inocentes,
llamado Thierry, fue muerto accidentalmente por
un taco que quedó en una escopeta del pelotón de
ejecución. Cuando el pobre Martes de Carnaval
cayó bajo la descarga, los aplausos fueron muy
fuertes y prolongados porque lo había hecho con
toda naturalidad; pero viendo que no trataba de
levantarse, corrieron a él y encontraron un
cadáver. Desde entonces no ha habido más de esas
ejecuciones de farsa en las Ardenas.En Normandía, al atardecer del Miércoles de
Ceniza se tenía la costumbre de celebrar lo que
llamaban el entierro del Martes de Carnaval..Una escuálida efigie escasamente vestida de
harapos, con un sombrero viejo, abollado y
encasquetado sobre la sucia cara y su grande y
redonda barriga rellena de paja, representaba al
viejo calavera desacreditado, que después de una
larga carrera de disipación estaba próximo a
pagar todos sus pecados. Alzado sobre los
hombros de un robusto compañero que simulaba
tambalearse bajo el peso, paseaban por las
calles a esta personificació n popular del
Carnaval, y siendo la última vez, de un modo muy
poco triunfal. Precedida de un tamborilero y
acompañada de un populacho insultante, entre
ellos todos los golfos, chusma y canalla de la
ciudad reunidos en gran número, la figura era
llevada a la vacilante llama de las antorchas y
al discordante ruido de badilas y tenazas,
pucheros y sartenes, trompas de cuerno y
cacerolas, mezclado con gritos, mugidos y
silbidos. De vez en cuando, la procesión hacía
un alto y algún campeón de la moralidad acusaba
alderrotado y viejo pecador de todos los excesos
que habían cometido y por los que se le iba a
quemar vivo. El culpable no encontraba nada que
decir en su propia defensa y era arrojado sobre
un montón de paja al que prendían fuego con una
de las antorchas y ardía levantando grandes
llamas, con delicia de la chiquillería, que
hacía cabriolas a su alrededor y recitaba a voz
en cuello algunas coplas populares que versaban
sobre la muerte del Carnaval.Algunas veces tiraban a la efigie por una cuesta
abajo antes de quemarla.En Saint-Lô, la andrajosa figura del, Martes de
Carnaval iba seguida por una viuda, mozallón
hastial vestido de mujer con un velo de luto,
lamentándose apesadumbrada con gritos
estentóreos. Después de pasearla por las calles
sobre sus parihuelas y acompañada por un grupo
de máscaras, tiraban la figura al río Vire. La
escena final la ha descrito Mme. Octavio
Feuillet tal como ella la vio en su niñez hace
setenta años '"Mis padres invitaron a los amigos
para ver desde lo alto de la torre de Jeanne
Couillard la procesión funeral. Allí sólo se
podía tomar limonada a causa del ayuno y al
llegar la noche vimos un espectáculo del que
siempre conservaré un vivo recuerdo. A nuestros
pies corría el río Vire bajo el viejo puente de
piedra. En mitad del puente yacía la figura del
Martes de Carnaval sobre unas andas de
hojarasca, rodeada de centenares de enmascarados
que bailaban, cantaban y agitaban antorchas.Algunos de ellos, con sus abigarradas
vestimentas, corrían por el pretil como
demonios. Los demás, cansados de la jarana,
estaban dormitando sentados en los pilares. De
repente cesó el bailoteo y uno del grupo,
cogiendo una antorcha, prendió fuego a la efigie
y después la tiraron puente abajo al río,
redoblando los gritos y el alboroto. El muñeco
de paja empapado de resina iba flotando llevado
por la corriente del Vire, iluminando con sus
llamas funerarias los bosques de las orillas y
los muros del viejo castillo en que durmieron
Luis XI y Francisco I.Cuando el último resplandor del llameante
fantasmón se desvaneció como una estrella
errante al final del valle, también se retiraron
gentes y máscaras y nosotros salimos con
nuestros huéspedes de la torre amurallada."En las vecindades de Tubinga, el Martes de
Carnaval visten con unos calzones viejos a un
muñeco de paja llamado el Oso de Carnaval y le
sujetan una morcilla fresca o dos vejigas de
sangre en el cuello; después de una ceremonia en
que se le condena, le decapitan, le tienden en
un féretro y el Miércoles de Ceniza lo entierran
en el cementerio.A esto llaman el "Entierro del Carnaval". En
algunos pueblos sajones deTransilvania, ahorcan al Carnaval. Así, en
Braller, el Miércoles de Ceniza o el Martes de
Carnaval, llevan un muñeco de paja envuelto en
una sábana en una narria arrastrada por dos
caballos alazanes y otros dos blancos. A su lado
hay una rueda de carro que va dando vueltas. Dos
jóvenes caracterizados de viejos siguen a la
narria lamentándose. El resto de los mozos del
pueblo, montados a caballo y adornados con
guirnaldas, acompañan la procesión, que va
encabezada por dos muchachas coronadas con
ramitas de abeto y transportadas en una carreta
o trineo.Celebran un juicio ante un tribunal, bajo un
árbol, en el que unos mozos caracterizados de
soldados pronuncian la sentencia de muerte. Los
viejos intentan rescatar al bausán para huir con
él, pero no lo consiguen; es capturado por las
dos muchachas y entregado al verdugo, que le
cuelga de un árbol. En vano los dos viejos
intentan gatear al árbol y descolgarle; siempre
se caen y al fin, desesperados, se tiran al
suelo y lloran y gimen por el ahorcado. Un
oficial les dedica un discurso en el que declara
que el Carnaval fue condenado a muerte porque
les había hecho mucho mal, obligándoles a
desgastar los zapatos y dejándoles además
cansados y soñolientos. En el entierro del
Carnaval, en Lechrain cuatro hombres transportan
en unas angarillas o un féretro a un hombre
vestido de mujer con ropas negras; le van
llorando otros hombres igualmente vestidos de
mujeres enlutadas. Al llegar al estercolero del
pueblo le arrojan de las angarillas, le mojancon agua y le entierran en el estiércol,
cubriéndole con paja. Los estonios, en el
anochecer del Martes de Carnaval, hacen una
figura de paja llamada metsik o "espíritu del
bosque"; un año visten al bausán con una
chaqueta de hombre y sombrero y al siguiente año
con una capota mujeril y enaguas; llevan esta
figura en lo alto de una pértiga por los
alrededores del pueblo entre grandes gritos de
alegría y por fin le atan a la parte más alta de
la copa de un árbol del bosque. Creen que esta
ceremonia es una protección contra toda clase de
desgracias.En ocasiones, en estas ceremonias del Carnaval o
de Cuaresma, efectúan la resurrección de la
persona que hace de muerto. Así, en algunas
partes de Suabia, en el Martes de Carnaval, el
Doctor Barba de Hierro trata de sangrar a un
enfermo que después cae como muerto al suelo;
pero el doctor le devuelve a la vida al fin
echándole su aliento por un tubo.En las montañas del Hartz, una vez que termina
el Carnaval, tienden a un hombre en una artesa
de amasar pan y le conducen entre responsos a la
sepultura, pero en lugar del hombre entierran
una botella de aguardiente. Pronuncian un
discurso y el acompañamiento vuelve al pueblo;
en el paseo o lugar de reunión, fuman esas
grandes pipas de barro que acostumbran a
distribuir en los funerales. Al año siguiente,
en la mañana del Martes de Carnaval,
desentierran la botella de aguardiente y la
fiesta comienza para todos probando "el
espíritu", que, según dicen, ha resucitado.” P. 352 -358
texto compartido por Alfredo Armando Aguirre.