martes, 14 de septiembre de 2010

Que no se vaya nunca más la retirada
Por Adrián Pérez para Página 12

La actividad de las murgas viene creciendo desde 1985. Por ese entonces casi no existían y hoy ya son más de cien. Hay proyectos oficiales para recuperar los feriados de Carnaval, eliminados por la dictadura y hoy vigentes sólo en la ciudad


“Sos la murga que nace en la entraña del malón, de la raza que destila este sudor”, dice el tema “Negra Murguera”, de Bersuit Vergarabat, como tributo musical a un fenómeno cultural que se apropia de las calles de Buenos Aires durante febrero, amalgamando estandartes, disfraces y desfiles en una variedad de personajes paridos por las agrupaciones barriales. Con un origen en las fiestas paganas de la antigüedad que se brindaban en honor al dios del vino –Dioniso en la mitología griega–, el Carnaval se remonta cinco mil años atrás a Sumeria y Egipto; celebración que rescata antiguos elementos de las fiestas de invierno romanas o Saturnalias, donde amos y esclavos eran libres de intercambiar vestimentas y roles. Y aunque llegó al Río de la Plata con el hombre blanco, entre el abanico de celebraciones que el calendario gregoriano determina, el Carnaval está entre los momentos del año donde el ingenio y lo popular se estrechan en un abrazo fraterno e interminable. Página/12 dialogó con dos antropólogas de la Universidad de Buenos Aires especialistas en el Carnaval porteño para adentrarse en sus orígenes, significados y rituales. Analía Canale es licenciada en Ciencias Antropológicas de la UBA y becaria del Conicet en el Instituto de Ciencias Antropológicas de la misma universidad, donde estudió la poética, las canciones y presentaciones ante el público de las murgas a partir de mediados de los ’80. Su trabajo se centró en los cambios producidos en un proceso que la investigadora determina como de “resurgimiento”, cuando la actividad murguera comienza a practicarse durante todo el año. “Aunque para 1985 quedaban muy pocas murgas y en algunos barrios comenzaban a formarse dos o tres nuevas, a mediados de los ’90 fueron treinta y cinco, y cerca de 2000 crecieron hasta ser cien. Con el retorno de la democracia se produjo toda una movida en cuanto a la recuperación del espacio público, no sólo desde los movimientos populares, sino también desde el Estado.”

Ese panorama comenzó a profundizarse, a fines de 1980, con la apertura de talleres. “Fue entonces cuando se produjo un nuevo espacio donde se aprende a ser murguero en muy poco tiempo y la murga muda su centro de los barrios y del aprendizaje folklórico desde la participación familiar. En los talleres se aprende canto, baile, a tocar el bombo con platillos y a escribir las letras de las canciones”, destaca la antropóloga y, además, afirma que la aparición de nuevas generaciones interesadas en el Carnaval “jugó un papel importante en el proceso de resurgimiento”. En esta nueva escena comienzan a formarse agrupaciones donde “el interés de los jóvenes, especialmente de clase media, está puesto en prácticas artísticas, pero ya no al estilo de las escuelas más tradicionales sino con formas más participativas”. ¿Por qué la murga atrajo particularmente a ese estrato socio-etario? “Ellos se involucran con expresiones artísticas que permitan formas más democráticas de participación y que no requieran una formación estructurada o estandarizada, ni escuelas de música, teatro o conservatorios.”

Además de los jóvenes, para que ese paradigma cambiara, fue necesaria la emergencia de otro actor que participara activamente en el nuevo modelo. “Muchos de los viejos murgueros de los barrios fueron quienes comenzaron a enseñar en los nuevos talleres; ellos identificaron, a través del interés que mostraban los jóvenes, que eran poseedores de una forma de arte popular. Así pudieron revalorizar sus propios conocimientos y formas de expresión”, indica.

El discurso irónico es otra de las características que rescata la antropóloga. “La crítica es un tipo de canción dentro de la presentación de las murgas que es considerada central. Es una construcción lírica que se edifica a partir de la ironía, la burla, la inversión de los sucesos o personajes que hayan tenido algún interés durante los sucesos del año anterior.” “Con la crítica, que puede ser de una o hasta tres canciones, se pretende mostrar que la interpretación popular de las noticias o de los hechos considerados importantes por la política, la sociedad o el espectáculo son de una importancia relativa”, amplía. Por el orden de aparición, las canciones reciben tres clasificaciones. En la presentación o canción de entrada se menciona el nombre de la agrupación, barrio de origen o ciertas características propias de la agrupación (la más antigua, la que se destaca por su baile) y se hacen promesas de brindar alegría y felicidad. Funciona como “carta de presentación”, donde se mencionan los colores de pertenencia.

El homenaje es otro de los tipos de canciones. En este caso, se destaca algún personaje con reconocimiento o anónimo. “Pueden haber canciones de homenaje referidas al barrio de Saavedra, a su murga o a Goyeneche –ejemplifica la investigadora–. La canción de homenaje forma parte del discurso crítico porque al resaltarse los valores de esa figura o personaje se contrastan con los valores de los que se burlaban, anteriormente, en las canciones de crítica. Es una canción que puede o no hacerse y cuya interpretación es patrimonio de las formas más tradicionales.” El cierre de cada murga llega con la canción de despedida o retirada, donde se suele hacer alusión al “mito del eterno retorno del carnaval”, a la idea del entierro y renacimiento del festejo. “En las canciones se habla mucho del ‘volveremos’, ‘esta murga seguirá’ o ‘hasta el otro Carnaval’, bajo una idea de permanencia en el tiempo”, describe Canale.

La antropóloga considera que el proceso que llevó a las actividades de Carnaval a ser declaradas Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires en 1997 fue interesante porque inauguró una negociación entre legisladores porteños y murgueros, que “generó un proyecto conjunto donde los murgueros tuvieron que organizarse entre sí e institucionalarse para poder mediar con el Estado”. Antes, el corsero era un empresario que organizaba todo y las agrupaciones “trabajaban cada una por su lado con mucha competencia entre ellas para obtener los mejores lugares de actuación. Pero con la intervención estatal, al que muchos consideran un ‘gran corsero’, las agrupaciones tuvieron que coordinarse entre sí para generar un espacio importante de participación”, puntualizó

jueves, 2 de septiembre de 2010

HISTORIAS DE BUENOS AIRES
Desde Nuevo Ciclo


Durante el año 1990 el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires promovió diversos talleres de Historia Oral en distintos barrios de la Ciudad, uno de ellos el de Boedo, que fue coordinado por el Sr. Roberto D. Bolan. Uno de los temas abordados con la participación de quince vecinos, fue el referido a los carnavales en Boedo, recibiéndose los testimonios de quienes vivieron las fiestas desde las primeras décadas del siglo pasado. Un boletín del Instituto, actualmente agotado, que lleva el Nº16, editado en marzo de 1991, resumió aquellos encuentros, dejando recuerdos de reconocido interés. Creemos que, como introducción a las notas correspondientes al Carnaval 2007, resultará interesante para muchos de los lectores visitantes de estas páginas, tomar conocimiento de las vivencias sentidas por nuestros padres y abuelos en aquellos carnavales de la primera mitad del siglo XX. En la introducción a la nota, el coordinador expresa: “Para el lector llega ya el momento de introducirse en una especie de máquina del tiempo para transportarse al pasado de un barrio de Buenos Aires, para “vivir esos cuatro días locos” para recrear un ayer que produjo alegría e instantes de felicidad a un barrio tan entrañablemente metido en el corazón de los porteños“.


Este juego, que resultaba muy intenso y prolongado, a veces causaba algún accidente, ya sea por los elementos que se manejaban, como por los peligrosos resbalones debido al piso mojado…..
Herminia Faregna (H.F.): Al atardecer se jugaba con el pomo de plomo con agua perfumada (marca “La bella porteña”, y como costaba caro, Ud. no podía comprar otro. Luego los chicos se hacían de unas moneditas vendiendo el plomo.
Aurora Trotta (A.T.) Llevaban pomos y el lanza-perfume, pero no tiraba en los ojos; no había agresión, no. Jugaban con serpentina y con papel picado.
Leonor Trotta (L.T.). Eso sí, si le podían tirar papel picado en la boca, se lo tiraban.
Domingo Mittica (D.M.) Lo que quiero aclarar es que el juego de los lanza-perfumes, con serpentinas y papel picado, ocurría a la iniciación del corso. Por lo regular, los hombres acostumbraban expulsar los líquidos (que eran fríos) de los lanza-perfumes por las espaldas y piernas de las damas y cuando éstas querían esquivar el chorro, el líquido sin querer, a veces, se dirigía a los ojos, con los resultados de afecciones en la vista que debían ser tratadas en los hospitales.. Había problemas graves y por eso fue prohibido su uso, pero, a pesar de ello, aparecían los lanza-perfumes en carnaval, pues eran vendidos a escondidas de las autoridades policiales. Para la prevención en los ojos aparecieron a la venta las famosas antiparras…
A.T.: sobre todo en el pasaje Cabot, muchos jugaban al agua en la calle; eso sí, lo hacían nada más que los que querían jugar; no es como ahora (1990), que uno va por la calle le tiran un balde de agua. En dicho pasaje se juntaban vecinos de tres, cuatro o cinco casas; era una cosa que no se pasaba un año sin jugar al agua, aunque fuera un día, pero se jugaba…
María Ana Ugo (M.A.U.): Mi familia es muy vieja en el barrio. Vinieron de Italia y se establecieron en la zona sur de Boedo, a fines del siglo pasado (XIX) o principios de éste (XX). Mi abuelo fundó el mercado de “Inclan” y contaba que se jugaba mucho al agua, que era una tradición en el barrio…….
D.M.: Recuerdo que por una ordenanza o edicto policial (no se que sería), era permitido jugar al agua en carnaval en la vía pública, solo en la Costanera Sur, en el horario de 14 a 17:30 hs. El juego se hacía con pomos, bombitas o globitos y se usaban unas pistolas de goma que absorbían el agua de baldes que poseían en sus vehículos, coches, camiones y camionetas. Sucedió, según mis recuerdos, entre los años 1937 y 1945…si la memoria no me falla.
La gran fiesta
G.O.: Al atardecer comenzaban a aparecer las primeras comparsas y las “mascaritas” sueltas. Las agrupaciones desfilaban en correctas formaciones y vistosos disfraces. Algunos de estos conjuntos, como en el caso de los centros corales y musicales y de los marinos, se destacaban por sus impecables uniformes...
Ciertos conjuntos, como los de los clowns y murgas, acostumbraban detener sus marchas para hacer breves demostraciones, ya sea de pruebas acrobáticas o del repertorio de sus canciones, pero el objeto principal que perseguían era su presentación en los concursos organizados por las salas de espectáculos.
En dichos concursos se otorgaban premios a las mejores agrupaciones, consistentes en medallas, plaquetas y otros trofeos, cuyos merecedores los exhibían luego en sus estandartes.
Saturio Ortíz (S.O.): El Teatro Boedo era el que verdaderamente organizaba el carnaval en Boedo. Se ponían en venta las localidades y con solo mencionar al dúo Buono-Striano (animadores) en 35 o 40 minutos se vendía toda la sala con días de anticipación. La función empezaba a las 20:30 y terminaba a las 4 o 5 de la madrugada; un desfile constante, comparsa, tras comparsa Y a la gente, había que golpear las manos y decirles: ¡Se acabó, señores, hasta mañana!
Ángel Landro (A.L.) Al carnaval iba el gaucho, el paisano, el matrero, también el cocoliche, el que hablaba medio en italiano. Un pariente mío, cocoliche, decía al entrar al carnaval:
“Permasso pito p’entrare
Francesco Letra Cardone
Per te ven a salotare
A questa grande revonione”
No citado en el Boletín que estamos transcribiendo, pero obrante en los archivos de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo, se encuentra el más antiguo testimonio que hemos hallado de los carnavales en Boedo, y tiene relación –precisamente-con lo citado:
Beatriz Clavenna (B.C.): A mi marido, cuanto tenía 8 o 9 años los padres lo mandaban a las 5 de la tarde para ocupar una mesa en el “Rió de Oro” (Carlos Calvo y Boedo) – hoy café Recuerdo- para que a las 20:30 disfrutara toda la familia del corso de Boedo.
S.O.: recuerdo que desde 1922, aproximadamente, la gente venía al corso de Boedo desde muy lejos, con sus banquitos o sillas de paja para sentarse próximos al cordón de la vereda. El corso tenía una extensión desde Independencia (por Boedo) hasta San Juan y daban la vuelta (POR Boedo) porque era mano y contramano.
Luis Brenna (L.B.): En la comparsa de losMarinos Unidos del Plata (de la que fui integrante de chico) íbamos vestidos de marineros con el uniforme y el clásico sombrero de marino. Chicas y chicos ensayábamos meses en la calle Luzuriaga; nos enseñaban a marchar. Primero iba la banda, le seguían los que llevaba estandarte y luego la tropa.
Herminia Farenga (H.F.): Desfilaban los “limpia Spuzza y Cía.” (Un juego de palabras en italiano y castellano para designar a los cloaquistas); La comparsa de ese nombre aparecía con sus integrantes vestidos de cloaquistas que generalmente usaban un uniforme azul y portaban un recipiente de regular tamaño de bronce, bien lustrado. En el llevaban un cepillo, una sopapa, un trapo de piso, en fin lo necesario para limpiar piletas y baños (sin olvidar el uso de la acaroina)
G.O.: Otro de los conjuntos numerosos era el de los barrenderos o “musolinos”, Estas agrupaciones, cuyos uniformes eran parecidos al de los barrenderos municipales, llevaban cepillos y carritos para la limpieza de las calles. Los barrenderos marchaban parodiando el trabajo de esos servidores públicos, moviéndose exageradamente, lo que provocaba la risa de los presentes. Completaban la actuación con divertidos cánticos, en un italiano alrevesado……..
H.A. Lo importante del corso de Boedo era que acaparaba la atención de gente de muchos barrios de la Capital y del Gran Buenos Aires. Yo sabía de personas que venían de Valentín Alsina, de Lanús y de más lejos, además de las que llegaban desde Pompeya, Parque Patricios, Almagro, Caballito, en fin de todos lados.
Murgas y disfraces:
H.F.: Las murgas de los pibes atorrantes preparaban sus trajes con las bolsas de arpillera, algunos muy trabajados. Las tapitas de “Bilz” servían de adorno al traje y los cantos eran tan “fuertes” que las chicas tenían que “volar”
A.L.: Había una murga extraordinaria que se llamaba “Llanta de goma y su cría” porque
parecían de goma, saltaban muy alto y hacían pruebas acrobáticas.
G.O. Las murgas eran totalmente distintas a las de ahora, tanto en la cantidad de componentes como en vestimentas, instrumentos musicales, excepto el bombo, y canciones.
La cantidad de murguistas nunca superaba la docena de participantes y marchaban en fila india llevando, a su frente, como mascota, un chico vestido de director; luego le seguía el verdadero director. Ambos vestían pantalón, levita, galera alta, bastón, llevando largas melenas; el verdadero hacía sonar un silbato al compás del bombo.
Los instrumentos musicales de esas murgas eran de conexión casera, imitando a los de viento, pero de tamaño exageradamente grande.
Con el nombre de murga, los más chicos formaban pequeños grupos que usaban como vestimenta alguna ropa vieja; se colocaban sacos dado vuelta, se tiznaban las caras con corcho quemado, se ponían sombreros viejos y usaban como instrumentos musicales cacerolas a las que golpeaban con sus tapas. Sus canciones eran tan procaces que las familias optaban por rechazarlos cuando se acercaban para entonar su repertorio. En cambio eran bien aceptados por los parroquianos de los bares y despachos de bebidas, Quienes se divertían con sus ecires y les retribuían con alguna moneda, que era lo que finalmente buscaban esos pequeños muguistas………
G.O.: También había mascaritas sueltas. No todos se disfrazaban para integrar conjuntos; muchas personas mayores lo hacían para actuar individualmente y su actuación se reducía a visitar amigos, parientes, vecinos, etc.
En cuanto a los chicos, además de disfrazarlos para que lucieran sus vestidos ante familiares y amistades, su finalidad muchas veces consistía en presentarlos en los concursos de máscaras infantiles que organizaban los corsos. Es importante reiterar el concepto: el corso de Boedo no era organizado: carecía de palcos y de adornos. Podría decirse que era un corso con plateas, cuyas butacas las constituían las sillas de los cafés que se extendía a lo largo de la calle Boedo, desde
Independencia hasta San Juan
Bailes de carnaval.
Emilio Musi (E.M.): en el Club Mariano Boedo había Bailes. En Rioja pasando Cochabamba, había un club llamado “El Refugio”….
G.O.: Los grandes bailes eran con Di Sarli, Pugliese, Jazz Casino, Barry Moral. Hubo épocas en que a los bailes se iba con traje y corbata, los días domingo. Todo esto que comenté está referido a los bailes del Club San Lorenzo de Almagro.
B.C.: Ya no se hacen más los bailes de disfraces de aquellas épocas. Toda la gente se disfrazaba. En la calle los chicos, pero en los salones y en los clubes también los grandes. Actualmente (1990) se ha perdido esa costumbre, inclusive en el caso de los chiquitos. En el Club Mariano Boedo se organizaban bailes “a todo trapo”, con concurso de mascaritas y disfraces. En realidad todos los clubes hacían bailes y tenían su público.
Y así vamos llegando al final de esta evocación de viejos tiempos, realizada por nuestros mayores, hace ya quince años. Por supuesto ahora y no veremos chicos por las calles con disfraces de variado tipo y tampoco mayores, como este personaje de 1970 ¿el último disfrazado?, mostrado por La Nación en “Diario íntimo de un país”.
Pero tendremos para disfrutar los carnavales de estos tiempos. Con más de 11.000 actores participando de ocho jornadas plenas de alegría, que serán acompañadas por más de 800.000 personas, de toda edad, que aportarán su presencia y su aplauso al paso de cada una de más de cien agrupaciones de murga existentes en la ciudad.
Y hecha esta introducción, vamos a ocuparnos del Boedo 2007