lunes, 22 de noviembre de 2010

En 1884, Lucio V. López escribía La gran aldea y describía allí uno de los bailes a los que acudía Alejandro, un cochero mulato integrante de Los Tenorios del Plata que seducía a una sirvienta vasca y la llevaba a bailar, enfatizando su poder sobre la mujer, y también el mestizaje irrefrenable que esto conllevaba (...) Esta reiteración en la fuerza seductora de los negros y de las negras, de sus movimientos sexuados en una época donde el pudor debía velar todas las conductas y que se reivindicaba en un tiempo de trasgresión como el carnaval, se basaba en las imágenes que construían los hombres pertenecientes a los grupos hegemónicos de los candombes de la época de Rosas y que continuaban desarrollándose y utilizándose a principios del siglo XX, cuando la figura del "negro" en el carnaval, lejos de "desaparecer" - como aparentemente pasaba con su homólogo en la vida real - ganaba cada vez más importancia. Geler, Lea: Andares negros, caminos blancos. Afroporteños, Estado y Nación Argentina a fines del siglo XIX, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2010.


“La gran aldea” (Fragmento)
 Lucio V. López



Era la última noche de carnaval y el mulato Alejandro estaba de baile. Su comparsa, los "Tenorios del Plata", con un brillante uniforme blanco y celeste y sus botas imitadas en hule, invadía el teatro de la Alegría, campo de las batallas galantes de la clase, en los tres días clásicos del año. Pero el corazón de Alejandro no estaba aquella noche en el salón de baile, sino en los dormitorios de Blanca. Graciana, una linda y traviesa francesita, en quien Blanca depositaba todos sus secretos, había cautivado el alma del mulato, sin que los antagonismos de raza fueran una razón de timidez por parte del cochero o de repugnancia por parte de la sirvienta. La cuestión grave era saber cómo haría Graciana para ir al baile con Alejandro, y eso era algo difícil. La señora con su mamá iban al baile de máscaras del club. El viejo don Ramón permanecía en casa a causa de su reumatismo. Graciana debía velar aquella noche por el bebé ; la noche anterior había estado de pascana con su Otelo; porque es necesario saber que Graciana estaba fuertemente apasionada del mulato.

Alejandro se daba un tono insoportable para con los de su clase, con motivo de sus nuevos amores; y la francesita, aunque estaba lejos de ser una doméstica como las de Zola, no tenía el más mínimo embarazo en desempeñar todos los servicios de su ama y en adorar a Alejandro, sin la más mínima limitación. Pero aquella noche, Blanca al salir enmascarada para el club, había recomendado a Graciana, de la manera más severa, que velara al marido a quien se le podía antojar vestirse e irla a buscar y sobre todo al bebé , a quien don Ramón no podía atender a pesar del entrañable cariño que sentía por su hijita. Graciana había jurado fidelidad, pero Alejandro, así que las señoras y el señor de Montifiori desaparecieron, comenzó a excitar poco a poco la imaginación de Graciana contándole las maravillas que aquella noche iban a hacer los "Tenorios" en el tablado de la Alegría.

La mujer es un ser débil en todas las clases sociales. Graciana comenzó por resistir y Alejandro terminó por vencer. Verdad es que el pardo tenía, según él, un ascendiente poderoso sobre el bello sexo. Los dos amantes, una vez de acuerdo en bailar esa noche en la Alegría sin que los patrones lo notoran, pusieron en juego su plan. Alejandro vistió su uniforme de "Tenorio", color blanco y celeste, con gorra de oficial de marina, espléndido specimen de mojiganga criolla; se echó al bolsillo el triángulo, su instrumento oficial en la comparsa de los "Tenorios" y esperó a Graciana acurrucado debajo de la escalera, completamente a obscuras en el acto de la evasión de los dos danzantes fugitivos. Graciana, por su parte, recorrió las habitaciones; vio que mi tío no daba señales de vida, que el bebé dormía e hizo ruido en el cuarto de la niña, como para dar a entender que ganaba la cama. Después de media hora de silencio, notando que la tranquilidad de la casa era completa, saltó de la cama, descalza, para no hacer ruido; tomó la bujía encendida que alumbraba apenas la habitación y acercándose con ella a la cuna de la niña, notó que ésta dormía tranquilamente; dejó la luz como tenía de costumbre, y abriendo suavemente la puerta del aposento que daba sobre el corredor, y cuya cerradura había tenido cuidado de enaceitar para que no hiciese ruido, salió en puntas de pie llevando en una mano un par de botines de raso y suspendiendo en la otra nada menos que el dominó con que Blanca había asistido disfrazada la primera noche de carnaval al baile del Club del Progreso. La interesante mascarita cerró cuidadosamente la puerta, y ayudada por su amante, sin muchas exigencias de recato por su parte, se disfrazó en un instante; se calzó sus botines blancos, se colocó la máscara de raso, y ambos bajaron resueltamente la escalera principal, abrieron la puerta de calle con la llave que poseía Alejandro y se encontraron muy pronto en la calle, libres como Romeo y Julieta , si Romeo y Julieta hubiesen sido sirvientes y se hubiesen escapado juntos alguna vez.

Cuando llegaron a la puerta de la Alegría, el baile estaba en todo su esplendor. Los "Tenorios" hacían una mella terrible en aquella Ineses de media tinta y de color entero.

Las cuadrillas se bailaban con una seriedad rígida, casi británica; el vals no dejaba nada que desear por corrección: la mazurca era de un remeneo de ancas de dudosa moderación, y por último la habanera algo alarmante como chacota de articulaciones.

En medio de estos variados modos de bailar, se notaba en aquel salón, donde había una absoluta proscripción del perfil griego, una suma tendencia al tono y a la elegancia. Los "Tenorios" se llaman como sus amos; se dan su nombre y apellido; usan su papel timbrado, se ponen sus fracs, sus guantes, sus corbatas y sus camisas; la única nota discordante es el pie, el pie de un "Tenorio" es algo melancólico: un pedicuro con cierto talento dramático podría escribir una tragedia más terrible que Fedra, con sólo estudiar el pasaje de su instrumento a través del pie de un joven high-life de color. He ahí la causa por qué los negros, después de tres días de carnaval, por más elegantes y presuntuosos que sean, tienen que vivir otros tres días prendidos de una reja; los pies necesitan suspender su misión terrena por ese espacio de tiempo para volver a su estado primitivo.

En fin, a pesar de estos inconvenientes, los galanes bailaban aquella noche en la Alegría con tanto garbo, y tal vez con más suerte, que sus patrones del Club del Progreso. Un "Tenorio" con su uniforme blanco y celeste debe ser algo ideal para su compañera de baile y de color; porque al fin, convengamos en que, vestirse para enamorar con los purísimos colores del cielo, es mucho más lógico que hacerlo de negro como los amos.


Hay algo de fantástico en ese traje, en esa chaquetilla de merino azul con galones de plata, en ese pantalón de cotí blanco, en esas polainas de precio modesto pero de soberbio brillo, que se empeñan en confabularse con el botín chueco de elástico, para fingirse botas granaderas.

Alejandro entró en el baile del brazo de su compañera, cuyo espléndido dominó levantó el cotarro de todas las princesas negras que vieron pasar a su lado aquella vasca plebeya, pero blanca.

¡Alejandro, rendido a una "extranjera de Uropa"! ¡Qué decepción! ¡El, el más aristocrático swell de la clase , la flor y nata de las academias de baile, entregado a una gringa!

Las señoritas y las matronas no se lo perdonaron, pero el lindo mulato, sin importársele mucho de las críticas que le hacían por todos los centros del salón, tomó de la cintura a su linda compañera y acometió un scottish de paso doble que en aquel momento comenzaban a rascarlo cuatro violines de la orquesta y un figle solitario y pifión que se quejaba entre los labios de un viejo músico panzón y dormido, representante de la música de viento.

Es de ver la galantería del negro porteño. Prescindiendo, si es posible prescindir del ambiente del salón, que es algo pesado, la cortesía y la urbanidad entre ellos son incomparables: el lenguaje incorrecto pero elevadísimo. Se conversa con las mismas pretensiones con que se conversa en el gran mundo; se enamora con la misma gracia, con la misma compostura y con el mismo chic . Las niñas no dejan nada que desear desde el punto de vista de la educación: es cierto que los labios son un poco gruesos y las narices algo chatas, pero de una autenticidad indiscutible; allí no hay veloutine ni crema de perlas que formen cutis apócrifos. Los mozos son de la más alta estirpe administrativa: entre ellos está representada la secretaría del presidente de la República, por un empleado, que aunque sirve el té y el agua con panal, no se apea de su categoría de empleado público. Los cinco ministerios de la Nación tienen sus más dignos representantes: la diplomacia, el gobierno, la instrucción pública, la guerra y la hacienda forman parte de los "Tenorios del Plata", que bailan en la Alegría las tres noches de carnaval. Las mamás o las tías y madrinas viejas, que se le acomodan desde su asiento a una masa sopada en vino Priorato, ven pasar con envidia a toda esa juventud oficial que desempeña cargos modestos, pero honrosos en la política argentina. Y generalmente, esos snobs de medio pelo son codiciados por el prestigio social que rodea su nombre; pero, si suelen ser eximios como amantes, son intolerables como maridos; todos concluyen enamorando vascas, como Alejandro, o perdiendo a las negritas mimadas de casas decentes. Aquella sociedad tiene sus escándalos como todas las sociedades: raptos, seducciones, adulterios, suicidios y hasta duelos. Hablan de las guerras y de las batallas pasadas con un profundo conocimiento de lo sucedido, porque el negro y el pardo porteño saben batirse con la bizarría del mejor de los soldados y caer sobre el campo de la acción como caen los héroes.

Las dos de la madrugada habían dado ya, y Graciana apuraba a Alejandro para volver a casa. La sirvienta pensaba con razón, que el señor podía haber notado su ausencia, que la niñita podía haber llorado, que Blanca podía haber regresado del club; pero el negro, rumboso al fin, como todos los de su clase, quería concluir la noche con una cena en un café de la vecindad y porfiaba por retener a su mascarita.

Tanto hizo Alejandro, que Graciana, después de bailar con él la última galopa con un ímpetu y un entusiasmo indescriptibles, consintió en ir a cenar, no por cierto unas ostras con Sauterne, sino unas suculentas costillas de chancho, apoyadas por una copiosa taza de café con leche, con pan y manteca, que sirvieron para corregir la vacuidad incómoda que todos los estómagos, ya sean plebeyos o aristocráticos, sienten a las tres de la mañana después de una noche de baile.

Concluida la cena, la pareja se puso en marcha. Salían conjuntamente del teatro, con los "Tenorios", extenuados por la fatiga de la noche, demostrando en el rostro esa melancolía peculiar que demuestra el último comparsa que se retira en la madrugada de la tercera noche de carnaval.

Por entre ellos atravesó orgullosamente Alejandro con su compañera del brazo, y doblando por la calle de Victoria, la condujo hasta la puerta de la casa de sus patrones.

Pero la sorpresa de la pareja fue grande, cuando llegaron a la casa de mi tío Ramón; la puerta estaba abierta; la luz encendida en el vestíbulo bajo y en el vestíbulo alto. Algo de extraordinario debía de haber pasado durante su ausencia, y la fuga de Graciana había sido notada. La sirvienta tuvo un acceso de nervios muy común entre las francesas y no se atrevió a entrar: colgada del brazo de Alejandro, tiritaba de miedo.

El pardo vacilaba también, y caballeresco como era, no se atrevía a comprometer ni a abandonar a Graciana en la puerta. La alarma aumentaba con el ruido de los carruajes que comenzaban a remolinear en la esquina del Club del Progreso, lo que les indicaba que el baile allí tocaba a su término, que de un momento a otro, Blanca llegaría a su casa y encontraría a Graciana disfrazada con su dominó. Los dos amantes optaron por lo más práctico en aquellos instantes críticos y huyeron calle de Victoria arriba, prefiriendo la fuga a pasar por la vergüenza de ser descubiertos. Alejandro, el audaz seductor de aquella honesta Margarita, fue a golpear la puerta de una posada de la plaza de Lorea, donde se instaló con su compañera, resuelto a darle su nombre para cubrir su falta y purificar su honra manchada.
Fuente: Carnavales del siglo XIX. El club del Progreso,

lunes, 15 de noviembre de 2010

RESTITUCION DEL FERIADO DE CARNAVAL

Nuevos feriados, arrancando el lunes 22 de noviembre

Se conmemorará el Día de la Soberanía Nacional. Vuelven los feriados de carnaval y se agregan dos feriados turísticos por los próximos tres años. En 2011 habrá 17 feriados nacionales.
DyN

Buenos Aires, 3 de noviembre.- El Gobierno puso hoy en marcha a través de dos decretos el nuevo esquema de feriados nacionales, que reincorpora el lunes y martes de carnaval, crea el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional y suma al calendario dos días por año para fomentar el turismo.
De acuerdo a las decisiones 1584 y 1585 publicadas hoy en el Boletín Oficial, en 2011 habrá 17  feriados: 1° de enero, lunes y martes de carnaval, 24 de marzo, 25 de marzo (turístico), Viernes Santo, 2 de abril, 1º de mayo, 25 de mayo, 20 de junio, 9 de julio, 17 de agosto, 12 de octubre, 20 de noviembre, 8 de diciembre, 9 de diciembre (turístico) y 25 de diciembre.
El proyecto había sido enviado al Congreso el 14 de septiembre, pero el Ejecutivo argumentó que `todo evidencia` que la sanción de la norma `no podrá concretarse con la premura del caso, obstaculizando una de las finalidades del envío`, que `era dar previsibilidad con un tiempo de antelación suficiente como para posibilitar a los ciudadanos la planificación de sus actividades`.
Es que, según explica en otro párrafo, desde la fecha del ingreso de la iniciativa, la Cámara de Diputados `casi no ha sesionado`.
Según lo establecido, el feriado del 17 de agosto será cumplido el tercer lunes de ese mes, el del 12 de octubre el segundo lunes de ese mes y el del 20 de noviembre el cuarto lunes de ese mes.
En cuanto a los feriados turísticos, cuando los feriados nacionales coincidan con los días martes o jueves, se fijarán dos feriados por año que deberán coincidir con los días lunes o viernes inmediato, usualmente denominados feriados puente.
En tanto, si los feriados no coinciden con los días martes o jueves, se fijarán dos feriados destinados a desarrollar la actividad turística, y en este caso el Poder Ejecutivo deberá establecer los feriados turísticos por períodos trianuales.
En este caso, el Gobierno ya anticipó las fechas de los próximos tres años: en 2011 será el 25 de marzo y 9 de diciembre, en 2012 30 de abril y 24 de diciembre y en 2013 1 de abril y 21 de junio.
El feriado de carnaval, que había sido eliminado durante la última dictadura militar, volverá al calendario a partir de este proyecto y se cumplirá durante dos jornadas (lunes y martes).
Para el Gobierno, ésta `una de las manifestaciones más genuinas de las diferentes culturas que habitan nuestro vasto territorio`.
Otra novedad que se suma es la instauración como nuevo feriado patrio el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, en homenaje a la batalla de Vuelta de Obligado, `uno de los hitos históricos más importantes de nuestra Nación`, se destaca. Además, se suma a la lista de feriados inamovibles el 20 de junio, Día de la Bandera, en honor a Manuel Belgrano. En tanto, el 12 de octubre dejará de denominarse Día de la Raza y pasará a llamarse Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
Por otra parte, se estableció como días no laborables el Jueves Santo, para la comunidad judía el Año Nuevo (dos días), el Día del Perdón (un día) y la Pascua (los dos primeros días y los dos últimos); y para la comunidad islámica el Año Nuevo Musulmán, el día posterior a la culminación del ayuno y el día de la Fiesta del Sacrificio.