Ataquen al carnaval, sean snob, es una orden (de otros, no mía)
Por Ramiro Giganti Los imperativos sociales nos afectan a diario. Por las buenas o por las malas, un corte de calle por una obra inconclusa, por un reclamo legitimo o no, por una carrera del TC, un partido de fútbol o recital en un estadio, entre muchas otras cosas, irrumpen un espacio generando distintas interpretaciones según la situación de cada uno. Llama la atención que la mayoría de estas irrupciones no tienen repercusiones mediáticas, salvo cuando se trata de manifestaciones o de festejos populares. Un bache eternamente en reparación, como los que suele haber cerca de mi casa, entre muchos otros barrios porteños pasa desapercibido, incluso en grandes avenidas… un corso, o un corte de calle por un reclamo legítimo, no. La cancha de River, o el estadio Obras, cortan la avenida Libertador (y en el caso del primero también Figueroa Alcorta) en cada evento, pero curiosamente no recuerdo repercusiones negativas. Vale agregar un detalle no menor, todos esos eventos (algunos de ellos desde mis gustos o preferencias valiosos, otros no) no son de acceso libre y gratuito, muchos de ellos (sobretodo cuando se trata de artistas internaciones) de un costo casi impagable para la mayoría de los argentinos honestos, ya que sus entradas merodean el 10% del salario promedio, en sus ubicaciones más accesibles.
Los corsos, tanto los oficiales subvencionados por el Gobierno de la Ciudad o por el nacional, como los corsos independientes autogestionados por murgas o centros culturales, son de acceso libre y gratuito.Cualquier persona, sea cual fuere su presupuesto personal, puede ser parte de él. Tal vez no en comerciales y extravagantes corsódromos privados como pasa en Gualeguaychú, donde incluso la organización a pesar de los suculentos precios de sus entradas, deja mucho que desear por ejemplo en la venta (y reventa) de entradas. Pero volviendo al carnaval, esa fiesta popular milenaria cuya diversidad de tradiciones y festejos recorre el mundo entero, la fiesta representa una diversidad de expresiones, festejos, críticas y juegos.
En gran parte de Argentina, principalmente Buenos Aires, pero también en casi todo el país, las prohibiciones han afectado duramente tanto a la tradición, la inserción masiva, como en la calidad artística o de sus contenidos, pero aun así no pudieron erradicar el carnaval ni tampoco ninguna de las características mencionadas anteriormente. Mientras que nuestros vecinos de Uruguay, a pesar de haber tenido dictaduras, pudieron tener una continuidad en su evolución artística, como Bolivia en sus tradiciones (que en nuestro noroeste, como en Jujuy, donde el feriado de carnaval había sido recuperado con anterioridad, también se pueden disfrutar festejos con similar tradición y nivel de inserción).
Las críticas hacia el carnaval, hacia las murgas porteñas, o simplemente hacia los cortes de calle, suelen tener un nivel de análisis, de conocimientos sobre el tema, e incluso de retórica muy flojo. Para mencionar un caso, el artículo publicado en el diario Clarín el pasado 9 de Febrero, firmado por Marcelo Pisarro, exhibe un nivel de análisis tan flojo (o más) que el de las murgas que dice criticar, aunque no las menciona con nombre y barrio como para que sepamos de quienes hablan en que corsos las vio y el porqué de sus críticas o como prueba de su “pobreza artística”, o simplemente a que corso fue como para saber si quienes estaban se divertían o no.
Profundizando un poco el análisis
La diversidad que existe entre distintas murgas de distintos lugares es amplia. Hay algunas diferencias enormes identificables a primer vista (como diferencias a una murga porteña de una uruguaya, o de otras agrupaciones de carnaval como comparsas que también albergan una diversidad enorme), otras más minuciosas (como pasos de baile carácteristicos de diversos barrios porteños) y que no siempre se respetan a rajatabla hoy. Desde las primeras murguitas de barrio, surgidas a principios del siglo XX (o probablemente antes) a los centros murga (proceso que se da a mediados del siglo XX donde las murguitas de cada barrio se juntaron para crear un centro murga que represente al barrio), todo con avances y retrocesos relacionados a las prohibiciones que hubo en distintos momentos de nuestra historia, hasta llegar a la más dura: el decreto 21329/76 que prohibió no solo los feriados sino el carnaval como festejo durante la dictadura militar. A mediados de los 80, se empezó a reconstruir el carnaval buscando recuperar gran parte de la historia que había sido borrada (aunque no toda), y a su vez seguir creando y recreando el género.
Con poco (por no decir nulo) apoyo institucional se formaron talleres de murga y se fueron creando lazos con viejas murgas porteñas que seguían vivas.
Hacia fines de los años 90 no existía ningún subsidio estatal a murgas, la presencia del estado en los carnavales, solo se limitaba a prohibir corsos y reprimir ensayos (algo que actualmente sigue sucediendo). En ese entonces había murgas para ese momento “nuevas” surgidas de talleres como Los quitapenas, Los Crotos de Constitución, los descontrolados de Barracas, Malayunta o Cachengue y Sudor que convivían con murgas más “viejas” como Los Pegotes de Florida (la murga más vieja que hoy sigue en actividad surgida en los años 20) Los Reyes del movimiento o los Viciosos de Almagro. Poco tiempo después, en 1999 se formaría en la villa 31 la murga Los Guardianes de Mugica, donde tuve el orgullo de participar durante muchos años, y que junto con otras murgas es un testimonio vivo de la función social de muchas murgas integradas principalmente por chicos y jóvenes en barrios populares.
En esos años (los últimos de los 90) no había presupuesto estatal para murgas. Pero sí, después de algunas idas y vueltas, había murgas que se juntaban y que se empezaban a movilizar buscando la recuperación de los feriados y el reconocimiento de las agrupaciones de carnaval. Entre algunas murgas y murgueros (A las murgas mencionadas se puede agregar el músico Ariel Prat, el Coco Romero, o el “agendero” Diego Robacio, entre otras personas) organizaron la primeras marchas por el feriado de carnaval, de donde surgiría la agrupación M.U.R.G.A.S y luego también el Frente Murguero, que le agregaría algo de más ideología al manifestarse y sumar murgas en las marchas de los 24 de marzo o las viejas marchas de la resistencia. Esas primeras marchas (a fines de los 90) fueron sin dudas genuinas, pero las conquistas logradas inmediatamente fueron generando conflictos internos. Las respuestas llegaron por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde se creó un circuito oficial de corsos y un organismo hoy vigente: la Comisión de Carnaval, dependiente de la secretaria de cultura del GCBA (Dirección de festejos populares y ornamentación), para el año 2001 además de tramitar permisos para festejos y cortes de calles, el GCBA empezó a destinar un presupuesto (muy chico) para las murgas por cada actuación en corsos oficiales. Demás está decir, que ese presupuesto estaba muy lejos de cubrir los gastos mínimos que cada murga tenía (trajes, fantasía traslados, etc.) aunque poco a poco se iría incrementando, lo que además generaría las primeras internas: primero se excluyó a las murgas que no eran de la Capital, pero al seguir creciendo también se impuso una evaluación que dejaría algunas murgas afuera dejando lugar solo para “las mejores”.
En primer lugar vale acotar que no es la primera vez que se mete un gobierno a regular lo que no debe ser controlado. La historia de represión, y posterior permiso acompañado de regulación y control, no es nueva. Existen numerosas estrategias gubernamentales para controlar y “permitir” el festejo. Algunos de ellos están documentados en diversos documentos oficiales (edictos policiales, crónicas periodísticas y solicitadas públicas) que, pueden demostrar la voluntad de los diferentes gobiernos, de controlar, pero también de sancionar esos festejos restringiendo la subversión del orden durante unos días para que permanezca vigente el orden los demás días del año. Una tradición de control y sanción por parte de las autoridades, que acompaña a estos festejos desde hace siglos, incluso milenios, y ha contado con su versión local en estas tierras. En 1770 durante el Virreinato del Río de La Plata, los carnavales ya eran foco de la atención oficial, dado que se trataba de festividades protagonizadas principalmente por los negros esclavos. Estas fiestas eran consideradas “escandalosas”, groseras, desenfrenadas; por lo tanto el Virrey Vértiz, quien detentaba en ese entonces el Gobierno de Buenos Aires, promulgó un bando por el cual establecía la prohibición de dichos festejos, con un castigo de 200 latigazos a quien intente llevarlas a cabo mediante “los bailes y toques de tambor”. El carnaval fue proscripto mediante dos órdenes reales de Carlos III, el 7 y 14 de enero de 1773, alegando que nunca “habían sido permitidos, y que debería dominarse el “escandaloso desarreglo de costumbres” que se estaba produciendo en la ciudad de Buenos Aires, gracias a los festejos carnavalescos.
Sin embargo, ya en ese entonces se aplicaban distintos dispositivos de control que no se limitaban solo a la prohibición y represión. “La Ranchería”, es un galpón de madera y paja inaugurado en 1783, en un principio para exponer obras teatrales, en la actual esquina de Perú y Alsina, en dónde posteriormente se realizaron bailes de carnaval luego de que Vértiz los autorizara nuevamente, algunos argumentos para justificar dicha autorización están ligadas a “poder controlar dichos festejos”. En la época del virreinato los carnavales fueron foco de atención de los distintos actores de la escena del poder en esos días. Por un lado, se convirtieron en un objeto de interés en la puja por el poder entre la corona y el Virreinato; por otro, se transformaron en “un ámbito de disciplinamiento de las almas y los cuerpos”. El primer corso en Buenos Aires, que tuvo lugar en 1869, en la calle Hipólito Irigoyen, entre Bernado de Irigoyen y Luís Sáenz Peña, existieron numerosas situaciones de festejos, controles, prohibiciones y permisos entregados con intenciones de obtener “réditos políticos”. Previo a ese corso, y a la creación de la primer comparsa en 1858, durante el Gobierno de Juan Manuel de Rosas, el carnaval había sido nuevamente prohibido el 22 de febrero de 1844. Las celebraciones se reanudaron recién en 1854, con Rosas fuera del poder. Pero el carnaval volvió muy reglamentado, se realizaban bailes públicos en diversos lugares, previo permiso de la policía. Había mucha vigilancia policial para prevenir los desmanes de las décadas anteriores.
Me pregunto si el supuesto antropólogo Marcelo Pisarro conoce estas historias, si las ignora y escribe desde su ignorancia o si solo escribió tan pobre artículo porque “es una orden”. Me pregunto si la ausencia de un linaje histórico convincente de la que el habla existe en sus conocimientos en los que no hay una historia del carnaval porteño. Si la primer incapacidad es la incapacidad de este sujeto para conocer, estudiar e interpretar la historia del carnaval porteño y argentino.
Pero volviendo a la historia más cercana, la de la reconstrucción del carnaval, que es una historia aún en proceso, voy a seguir para hablar de los siguientes años, los más recientes que son además los que me tocó vivir y ser una parte de todo este proceso: para el año 2002 luego del “Argentinazo”, las murgas se multiplicaron. Muchas se juntaron con asambleas barriales, se formaron nuevos talleres en barrios, y también se multiplicaron corsos y participaciones de murgas en festivales y centros culturales. Mi primer ensayo con la murga Los Guardianes de Mugica fue el 21 de diciembre del 2002, un dia después del primer aniversario de lo que fueron los días 19 y 20 de diciembre del 2001. En ese entonces los guardianesformaban parte del Frente Murguero y del circuito oficial de Bsas, pero con muchas críticas, ya que los reglamentos impuestos perjudicaban mucho el andar social de la murga. Tanto la Agrupación M.U.R.G.A.S como el Frente Murguero, habían quedado atrapados (desde nuestra opinión en la murga) en las mezquindades institucionales: por un lado los reglamentos impuestos y por otro la no contemplación de diversidades. En el año 2004 la murga Cachengue y Sudor abandonó el circuito oficial de carnaval, y un año después lo hicimos nosotros, generando algo que vale la pena recordar hoy: una murga formada en una villa, con mayoría de chicos, sin recursos, le decía “no” a las prebendas del estado, que no pudo darse el gusto de expulsar a la murga con un puntaje bajo, ya que los años anteriores la murga había aprobado las evaluaciones sin dejar de cuestionarlas. Junto a Nelly Benitez, fundadora de la murga, y a muchos de los pibes aprendí lo que es la dignidad de los humildes, o mejor dicho ellos me enseñaron. Es facíl siendo de clase media o alta tener una banda de música y decir “soy independiente” porque papá me compra todo, pero en una villa donde se suele criminalizar a sus habitantes y acusarlos de vivir de prebendas, y donde deberían estar la mayor parte de los recursos estatales, se le diga que no, por rechazo a las contraprestaciones más que por un capricho debería ser una lección ética para todos. ¿Sabrá el señor Pisarro que tanto Los guardianes de Mugica de la Villa 31, como Los Piratas de Fiorito, tienen muchas salidas y corsos autogestionados en sus barrios sin ayuda estatal, como muchos otros corsos organizados por murgas independientes a lo largo y ancho del Gran Buenos Aires y también en otros puntos del país? ¿o su ignorancia es tan grande que tampoco lo sabe?
Durante el año 2005 se formó un nuevo espacio: Murgas Independientes, integrado por murgas de Gran Buenos Aires, algunas de capital junto con muchas otras de distintos barrios del conurbano. A partir de ahí se le dio forma a un circuito independiente de corsos autogestionados, la mayoría organizado por murgas, aunque se sumaron algunos organizados pro centros culturales. Además de los carnavales, y de articular iniciativas o emprendimientos particulares de cada murga, también se realizaron numerosas actividades de formación: plenarios murgueros, talleres, festivales, campamentos murgueros (con actividades sociales y de formación para jóvenes no solo sobre el carnaval). También este espacio de Murgas Independientes participó de otros espacios como el Encuentor nacional de Murgas que hace mas de 10 años se realiza en octubre en el pueblo de Suardi, provincia de Santa Fe, donde murgas de todos los puntos del país se juntan, hace talleres, intercambian ideas y actuaciones. También en la ciudad de La Plata, un grupo de murgas platenses hace una actividad en diciembre desde hace mas de una decena de años llamada “la marcha carnavalera”.
En Rosario existe un movimiento en crecimiento, actualmente agrupado en AgrupaCarRos (Agrupaciones Carnavaleras Rosarinas), pero en el ámbito murguero un grupo de murgas (Caidos del Puente, Los inundados Okupando Levitas, entre otras) se venían reuniendo hace algunos años, incluso organizado un encuentro nacional de murgas en junio del 2009, donde participaron murgueros de distintos puntos del país y del cual tuve la suerte de formar parte.
En Cordoba existieron también distintos espacios o colectivos de murgas como la Revuelta Murguera, cuyas murgas tenían participación en diversos espacios de Derechos humanos. También hubo otros colectivos de murgas. Algunas murgas de Córdoba Son Caprichoso Rejunte, Cosa de Locos, Fisurados por la Historia, entre muchas otras, también hay murgas en otras localidades cordobesas como Chau Florencio de San Francisco o los zangungueros de Villa Giardino. Las murgas de cordoba suelen caracterizarse por un importante contenido teatral y crítico en sus espectáculos.
En Mendoza existe también un conjunto de murgas con sus características particulares. Siempre son recordados Pablo Cofla y Gamuza tres chicos que murieron atropellados durante un festival un 18 de diciembre, de allí ese día es reconocido como “el dia del murguero”. Las murgas mendocinas se caracterizan por tener un predominio de lo circense: zancos, malabares y swing, y la percusión es particular: no está tan focalizada en el bombo con platillo aunque muchas murgas mendocinas lo han incorporado.
En Jujuy , si bien su historia de carnaval tiene otro anclaje, también existen murgas, y de muy buen nivel. Falta un Tono es una de las mejores murga sque ví en mi vida, con un espectáculo excelente desde lo musical y lo escénico, con mucha diversidad de estilos pero con un estilo claramente murguero.
También existen murgas en la Patagonia y en diversos puntos del país, muchas de ellas inspiradas en el modelo de murga porteña, pero con sus particularidades.
Algunas críticas internas
No sería completo el aporte si se limitara a idealizar. El carnaval me dio grandes amigos. Hay excelentes personas formando parte de muchas murgas, hay grandes artistas también. Pero no es todo ideal. Lamentablemente existen murgas dirigidas por punteros políticos, y/o murgas con perfil de “barrabrava”. Lamentablemente las reglamentaciones y la intervención del estado y sectores de poder político en el carnaval, en lugar de promover todo lo lindo mencionado en este artículo muchas veces promueve esto último. Murgas cuyos directores llevan a sus integrantes a actos partidariso a cambio de prebendas, incluso para políticos que el año anterior criticaban. De la misma manera que un barra que suspende un partido o mata a una persona no es representativo de todos los hinchas de futbol, tampoco podemos reducir a todas las murgas de ser de esta manera.
También la monotonía impuesta por los jurados del circuito oficial porteño, que se legitimaron con la excusa de “mejorar el nivel artístico” en muchos casos generaron lo contrario: murgas que en su afán de “hacer los deberes” se limitan a tener los trajes trajes y las fantasías, a hacer los mimos ritmos que otras murgas y a no innovar en sus ofertas artísticas. Si bien desde Murgas Independientes, y también murgas que forman parte del circuito oficial se realizaron muchos talleres, cuesta difundir la historia del carnaval, que los pibes se metan más en los riquísimos contenidos que existen en el carnaval. Eso genera que quienes tienen prejuicios, si llegan aun corso donde se topan con 3 o 4 murgas que innovan poco, y no ofrecen importantes contenidos desde sus escenarios, terminen creyendo en notas reduccionistas como la mencionada del pasado 9 de febrero.
Por otra parte, sin haber pasado nunca por ningún jurado, murgas como Prisioneros del Delirio de Sarandí, Espíritu Cascabelero, o Los Que Quedamos de Ituzaingó ofrecen espectáculos de gran calidad. Me pregunto si Pisarro se anima a decir que Prisioneros del Delirio tiene un modo de ejecutar sus instrumentos rutinario e impreciso, me atrevo a intuir que jamás los vio, y que si alguna vez lo hizo le “ordenaron” olvidarlo, solo así puede escribir lo que escribió creyéndose no faltar a la verdad. Seguramente tampoco puede haber visitado corsos independientes autogestionados por sus murgas como el Corso de Arpillera organizado por Cachengue y sudor, donde la presencia del estado solo se ve para intentar evitar que el corso se haga como en muchas localidades del conurbano.
Final, sin órdenes
Por otra parte, la crítica representa un lugar muy importante en nuestros carnavales desde hace más de 100 años: existen en documentos referentes a la “Campaña al Desierto” menciones respecto al carnaval: Una nota del Diario La Nación, en 1872, revelaba el desvelo del Gobierno de la Provincia Y la Jefatura de Policía por el anuncio de una comparsa que se proponía representar la Expedición al Desierto. Las “súplicas” de la policía a los jóvenes de la comparsa hicieron que se desistiera del proyecto: “...Parece que la seriedad de la expedición al desierto iba a ser defendida, mejor que la frontera, en las calles de la ciudad y se temía una conflicto. En consecuencia, la comparsa “Expedición al Desierto” se ha disuelto; y queda allanada la cuestión de estado y el conflicto que tenía por base una broma de carnaval...” ¿Será eso lo que hace que algunos medios de comunicación contraten a mediocres profesionales de las Ciencias Sociales para cuestionar a los carnavales? ¿Será por eso que algunos gobiernos se desesperan por comprar murgas y mantener solo lo superficial de nuestros carnavales borrando parte de la historia reduciendo el carnaval a un par de feriados?
Fuentes consultadas (y recomendadas):
Puccia, Enrique: “Breve historia del carnaval porteño”, en “Cuadernos de Buenos Aires No XLVI”, Municipalidad de la ciudad de Bs. As; 1974.
Bajtin, Mijail: “La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento”, Ed. Alianza, Madrid, 1987.
Foucault, Michel: “Los anormales”
María Jones y María José Nacci: “Carnavales y Murgas Porteñas: antiguos y nuevos espacios de expresión urbana”
Revista Todo es Historia: “El Carnaval en la Gran Aldea”, por Daniel Omar de Lucía, febrero de 1995
Martín A. Cagliani: “Historia del carnaval bonaerense”
Ramiro Giganti "El carnaval, un festejo prohibido"
http://argentina.indymedia.org/news/2009/02/655184.php Petraccaro, Maria "De feriados murgas y Carnaval"
http://www.anred.org/spip.php?article5824 Corneli Bárbara "Nos han dado la fiesta"
http://www.anred.org/spip.php?article5825 Benitez Nelly, Guardianes de Mugica, Diamantes en el Barro
.... ¡y muchas otras mas!